jueves, 3 de enero de 2013

Las manos que atraparon la historia

Foto: Archivo 
El fallecimiento de Ladislao Mazurkiewicz me lleva a pensar en el lugar que el fútbol ocupa en la consideración de la sociedad uruguaya. La mañana del miércoles 2 de enero de 2013 la noticia de su deceso ocupó los principales espacios en los medios de comunicación.

Los veteranos de este país lo recuerdan con la nostalgia de haber visto al fútbol uruguayo ganador en cuanto campeonato internacional se jugara, los jóvenes, con la curiosidad de saber el porqué de las leyendas acerca de “Mazurca”. En definitiva, su muerte se siente como la de un ser querido, “uno de nosotros”, “uno que nos hizo grandes”.

Lo único que puedo expresar en primera persona es que mi padre ha repetido mil veces la historia del partido contra Inglaterra en el Campeonato del Mundo de 1966. En el mismísimo Estadio de Wembley, el primer campo de juego que albergó competencias internacionales de fútbol, Ladislao atajó, una tras otra, cada embestida del equipo inglés.

Un poco, fundamentando en datos estadísticos y recortes de la época, otro poco apelando a la imaginación, puedo ver a “Chiquito” ante un gran equipo inglés: Bobby Moore, Jackie Charlton, Bobby Charlton, Geoffrey Hurst… nombres legendarios de algunos de los once campeones del mundo de ese año, que vencieron a todos los rivales menos a Uruguay, según mi viejo, solamente por la presencia de Mazurkiewicz para atajar una lluvia ininterrumpida de pelotazos.

Mito, leyenda, verdad, en definitiva el recuerdo tiene el valor superlativo de proceder de un hincha de Nacional, pese a las reservas que siempre existen cuando se trata de reconocer a un ídolo del tradicional adversario.

Clubes y copasEl gran Mazurkiewicz nació el 14 de febrero de 1945. Desde 1960 a 1964 defendió a Racing de Sayago; desde 1965 a 1970, a Peñarol; de 1971 a 1974, a Atlético Mineiro de Brasil, desde 1974 a 1978, a Granada de España, en 1979, a Cobreloa de Chile, en 1980, a América de Cali de Colombia y en 1981, de nuevo a Peñarol.

Fue campéon uruguayo con el equipo aurinegro en 1967, 1968 y 1981, campeón brasileñó con Atlético Mineiro en 1971, campeón de América con Peñarol en 1966; el mismo año triunfó en la Copa Intercontinental. Con la selección de Uruguay fue campeón de América en 1967, en Montevideo. En 1964 había sido campeón en el Sudamericano Sub 20. También fue mundialista en 1966, 1970 y 1974.

Hasta el día en que pasó a la eternidad tuvo el privilegio de haber sido el arquero con más minutos imbatido, con un total de 987 en partidos por Campeonato Uruguayo. Los últimos años de su vida, se desempeñó como entrenador de arqueros de Peñarol, club de sus amores, que lo tuvo como entrenador principal en 1988, cuando fue campeón de la Liguilla.

Finalmente, su elección de vivir alejado de los medios de comunicación, sin participación frecuente en entrevistas, al margen de las polémicas y la exposición que otros ídolos eligieron, tal vez sea un argumento más para valorar la grandeza de su trayectoria. Sin codiciar los primeros planos, los obtuvo por su propio valor.

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