Juan Martín Mugica fue uno de esos futbolistas que no vi en la
cancha, pero siento familiar por haber escuchado
tantas glorias suyas en Nacional.
tantas glorias suyas en Nacional.
Era capaz de “marcar” en los dos sentidos sublimes del
término dentro de una cancha: minimizar a los delanteros más habilidosos y anotar goles con fuerza
de misil, de un valor eterno.
Como técnico, en 1980 fue capaz de
tomar a un Nacional en las cenizas y llevarlo al máximo sitial de su época: al
Copa Intercontinental, con carisma y conocimiento del fútbol, así como de la
gestión de grupos, ítem tantas veces olvidado cuando se pretende analizar las hazañas deportivas.
Con un sentimiento ambiguo, se fue de entre nosotros justo un 11 de febrero, día del aniversario de
la consagración de 1980 en Tokyo. Los tricolores lo recordamos con mucho
cariño, y los parciales todos, con gran reconocimiento. Comparto un gol mundialista anotado por él ante Israel, en 1970, cuando
el cuarto puesto de la Celeste no fue tan valorado como merecía. Me pareció una linda forma de apreciar lo que, cuentan, era su esencia.
También recuerdo la curiosidad de que su nombre en todas las crónicas de aquellos años era “Mujica”, diferente al de las reseñas de su trayectoria escritas ahora, donde se lo menciona como “Mugica”. En cualquier caso, el agradecimiento es el mismo.